Clogers

Unos minutos antes, cuando le contestaba un comentario a un lector, colega blogger, apenas advierto que esta semana, el 18 de febrero, se cumplió un año de un artículo que escribí en medio de la rabia, de la indignación: El Manifiesto Soy libre, soy blogger.

Lo escribí con la idea de que a manera de solidaridad con unos autores que habían sido víctimas de un ataque masivo a varios blogs, supieran que no estaban solos, que unos 10 ó 20 colegas los acompañábamos de corazón en ese momento.

Nunca imaginé se convertiría en el fenómeno que fue y que increíblemente sigue siendo. Decenas de colegas mostraron su solidaridad en ese primer mes pidiendo que se les agregara a la lista, 320 se contaban a los seis meses y hoy, un año después de ese ataque, la lista la integran casi 500 blogs que han dejado mensajes muy hermosos, algunos rayando en la poesía.

Por supuesto no estar en la lista no significa estar a favor de los ataques. Un par de colegas que admiro me escribieron por entonces diciéndome que les incomodaba la lista y que se corría el riesgo de que al no adherir se les estigmatizara. Ni más faltaba, les contesté en su momento que para nada serían vistos así.

Sé que ha tenido sus detractores, como todas las ideas en Colombia, pero en todo caso me da orgullo pensar que aún a pesar de las diferencias, muchos bloggers colombianos sintieron que por encima de muchas consideraciones podían ser solidarios con las personas que perdieron su blog en ese momento. Aunque no se perdía la vida, ni una pierna, sino unas cuantas letras dejadas en el aire, la palabra alcanzaba una dimensión única en cuanto a su valor. Más allá de la inteligencia de lo que se dijera en cada bitácora hundida, se discutió sobre el valor que cada idea o sentimiento tenía para las personas y por eso, en últimas, muchos han visto al Manifiesto como una proclama por la libertad de expresión.

A raíz de estos incidentes, la comunidad aprendió a ser más precavida con sus normas de seguridad. Varios hemos sido amenazados durante este tiempo, pero cada vez hay mayor solidaridad para, entre todos, advertir potenciales amenazas.

Hoy volví a leerlo después de tanto tiempo y me ruborizo por algunas cosas que pienso pudieron escribirse mejor, tal vez menos cursi o más corto, pero he decidido no cambiarlo para que quede como una huella de lo que sentí en un momento de la historia. Fue escrito desde la piel, sin revisión antes de darle el enter de publicación y por eso está curtido en imprudencias, en errores. Hoy, sin embargo, creo que parte del éxito que ha tenido es que le ofrecí la libertad total a los que quisieran replicarlo, de hacerlo con los ajustes que consideraran pertinentes.

Gracias a todos los que en Colombia y en muchos países de Iberoamérica se han sumado a esta iniciativa que –como he dicho repetidamente– dejó de ser mía para ser de todos.