No hay buena bruschetta si no hay buen pan.
Esta es una verdad grande como la copa de un pino. Cada vez se va extendiendo más, incluso en los restaurantes a la moda de todo el mundo, ofrecer de aperitivo unas rebanadas de pan tostado, untadas con alguna buena salsa, o con verdura, incluso con algo de pescado. Las combinaciones para la bruschetta son infinitas, pero cualquier ingrediente que vaya más allá del aceite extra-virgen, es una invención de nuestros días.
La bruschetta, o crostone, o crostino, o fettunta (rebanada untada, literalmente; denominación de la bruschetta típica de Toscana) nace en la noche de los tiempos, en una Italia rural que no desperdiciaba nada, y menos el pan duro. Evoluciona luego con la merienda de los niños de los años '50 y '60, que no conocían -afortunados ellos- la bollería industrial, así que tomaban pan con aceite y vinagre, o pan untado con tomate.
La bruschetta por antonomasia es sólo una, y doy la receta a continuación:
1 rebanada de pan de pueblo
1 diente de ajo
1 cucharada abundante de aceite de oliva virgen-extra
sal
Se tuesta el pan, se frota la superficie con el diente de ajo abierto y se rocía con el aceite. Se añade sal (si es tipo Maldon, mejor) y se come.
A cada uno la labor de encontrar su pan ideal para su bruschetta personalizada.
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