Clogers

Se acaban las vacaciones. Un período complicado del año, junto con navidad, año nuevo y los cumpleaños de los seres queridos. Complicado porque, en mi caso, descanso más cuando estoy en actividades académicas o laborales. La verdad no soy un amante de la rutina o los movimientos repetitivos, pero si odio la improvisación tan típica de nuestras vacaciones:

Vamos a la playa- camino a la playa- ¿y por qué no mejor pasamos a saludar a la tía Auristela?- ¡que buena idea!

Y de esa manera es como uno termina en bermudas acomodado en un sillón del año de la pera tomando té con 35º en pleno verano. No hay nada como la tranquilidad de la oficina, sin sobrinitos chicos que interrumpan la siesta o que armen un berrinche. Nada como la cálida sala de clases, donde uno puede refugiarse para hechar una siesta sin ser molestado. Nada mejor que el "happy hour" luego de la pega, en contraste a los bacanales desenfrenados de las vacaciones. Donde si uno no toma, no es gente. Cosa más rica que la cerveza bien fría a media tarde cuando se ha hecho la cimarra, o las visitas a casa de una amiga cuando se supone que uno está en colación. Tíldenme como quieran, pero encuentro irresistiblemente más atractivo la sensación adrenalínica de la ciudad a la modorra fofa del campo.

Si, por fin se acaban las vacaciones. de vuelta a nuestras comodas sillas de la sala o la oficina, de vuelta al horario y las complicaciones. De vuelta a la realidad más cruda: marzo y sus sobres repletos de cuentas. A la compra de los uniformes y útiles escolares ¡YIPPIIII!

Se que puede sonar un poco pesado lo anteriormente dicho, pero como dijo Woody Allen "Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete". Se viene marzo y no hay nada que hacer. Salvo comer un buien filete.