JOHN FANTE: UN FANTASMA QUE SE RESISTE A PARTIR
3 Comments Published by Anónimo on 16.10.06 at 1:22 p. m..Hoy pensaba escribir sobre Jhon Fante, estuve releyendo Sueños de Bunker Hill, la última novela de la tetralogía( que además de la mencionada esta compuesta por: Espera a la primavera, Bandini; Pregúntale al Polvo y Camino a los Ángeles) que tiene a Arturo Bandini como personaje. En esta, encontramos nuevamente a Bandini en la miseria, buscando el camino hacia el éxito.
Como en las anteriores, la fuerza que impulsa a Bandini es su pasión por la literatura, y su búsqueda de reconocimiento como escritor. En todas las novelas de dicha saga, encontramos como todas las peripecias van siendo sorteadas con mayor o menor suerte impulsado por esa fe en sí mismo, y por la convicción de Bandini de llegar a ser el escritor que sabe que es, sin que nada importe.
EL caso de Fante es especial, porque si bien es cierto tuvo unos inicios muy duros, sin embargo vivió de lo que escribía, esto es, guiones para películas y programas de televisión de escasa recordación, lo que parece haber sido su mayor frustración. Nunca llegó a ser un escritor exitoso. Quizás esa desolación lo llevó a escribir un puñado de novelas en las que sin nada que perder, quizó reescribirse así mismo desde el inició, buscar en la ficción las claves que nunca pudo hallar en la vida real, establecer un final alternativo para una vida que como la suya había sido consumida por la mediocridad.
En Bandini su alter ego, encontró el mecanismo para reinterpretar las claves de su vida, y la de cientos de otros escritores anónimos, que soñaron con el éxito en Hollywood, y a pesar de su lucha constante, nunca obtuvieron nada. Sin saberlo, estableció una forma de ficción, donde el intenso de la primera persona, genera una complicidad con el lector, que acompaña al personaje en cada uno de sus desplazamientos, que escucha de primera mano sus planes, que acude a cada una de sus derrotas, y que al final, puede llegar a sentir, que eso, lo que acaba de suceder, también le ha pasado a él.
Hoy he sabido que acaban de lanzar (no sé aún la fecha de estreno) una versión fílmica de Pregúntenle al Polvo (Ask the Dust) con Collin Farrel en el papel de "Bandini" y Salma Hayek en el papel de "Camila", la camerera latina por la que Bandini pierde la cabeza. Me parece una ironía que luego de su lucha por escapar del mundo de las películas hechas en la factoría de los Ángeles, su obra haya vuelto al punto de partida. Es probable que Farrel no haya sido la mejor elección, pero habrá que esperar a ver el resultado. Creo que en gran medida Bukowski es el culpable, que muchos hoy sigan leyendo a Jhon Fante, el jamás tuvo reparos en señalar que le sirvió de modelo e inspiración, no sólo en la elección de sus temas, sino en la propia estructura de sus ficciones, por eso no hay mejores palabras que las escritas por Charles, para no terminar de decirle adiós a Bandini.
PROLOGO escrito por Charles Bukowski a las reediciones de Preguntale al polvo :
YO era joven, pasaba hambre, bebía, quería ser escritor. Casi todos los libros que leía pertenecían a la Biblioteca Municipal del centro de Los Angeles, pero nada de cuanto me caía en las manos tenía que ver conmigo, con las calles, ni con las personas que me rodeaban. Me daba la sensación de que todos se dedicaban a hacer juegos de prestidigitación con las palabras, que aquellos que no tenían prácticamente nada que decir pasaban por escritores de primera línea.
Sus libros eran una mezcla de sutileza, artesanía y formalismo, y era esto lo que se leía, se enseñaba en las escuelas, se digería y se transmitía. Era un invento cómodo, una Logocultura ingeniosa y prudente. Había que volver a los autores anteriores a la Revolución Rusa para encontrar algo de aventura, un poco de pasión. Había excepciones, pero eran tan escasas que se agotaban rápidamente y uno se quedaba sin saber qué hacer ante las filas interminables de libros insípidos. A pesar de todo lo que podía haberse aprendido en los siglos precedentes, los autores modernos no eran lo que se dice muy hábiles.
Cogía de las estanterías un libro tras otro. ¿Por qué nadie decía nada? ¿Por qué no alzaba nadie la voz por encima de la de los demás? Probé en las distintas secciones de la biblioteca. La sala de Religión me pareció un páramo tan vasto como inútil. Fui a la de Filosofía. Di con un par de alemanes resentidos que me estimularon una temporada, hasta que los olvidé. Probé con las matemáticas, pero las matemáticas superiores no se diferenciaban de la religión. no me afectaban en absoluto. Lo que yo buscaba no se encontraba al parecer en ninguna parte.
Probé con la geología, y al principio sentí cierta curiosidad, pero me resultó insustancial a la postre.
Descubrí ciertos libros sobre cirugía y me gustaron los libros sobre cirugía: las palabras eran nuevas y maravillosas las ilustraciones. En concreto, me gustaron y memoricé los detalles de las operaciones del mesocolon.
Al final abandoné la cirugía y volví a la gran sala abarrotada de autores de novelas y cuentos. (Cuando tenía morapio en abundancia no iba por la biblioteca. Una biblioteca era un lugar estupendo para pasar el rato cuando no se tenía nada para comer o beber y cuando la dueña de la casa le perseguía a uno con los recibos atrasados del alquiler. En la biblioteca, por lo menos, se podía ir al lavabo sin problemas.) Vi muchísimos compañeros de vagabundeo allí, y casi todos dormidos sobre el libro abierto.
Seguí recorriendo la sala general de lectura, cogiendo libros de los estantes, leyendo unas cuantas líneas, unas cuantas páginas, y dejándolos en su sitio a continuación.
Pero cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. La esencia misma de los renglones daba entidad formal a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He allí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos.
El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia. Comenzar a leer aquel libro fue para mí un milagro tan fenomenal como imprevisto.Tenía tarjeta de lector. Rellené la hoja del servicio de préstamo, me llevé el libro a casa, me tumbé en la cama, me puse a leerlo y mucho antes de acabarlo supe que había dado con un autor que había encontrado una forma distinta de escribir. El libro se titulaba Pregúntale al polvo y el autor se llamaba John Fante. Tendría una influencia vitalicia en mis propios libros. Acabé Pregúntale al polvo y busqué más libros de Fante en la biblioteca. Encontré dos. Dago red y Espera a la primavera, Bandini. La calidad era la misma, se habían escrito con el corazón y las entrañas y no hablaban de otra cosa.
Sí, Fante tuvo sobre mí un efecto poderoso. Poco después de leer los libros que he citado conviví con una mujer. Estaba más alcoholizada que yo, sosteníamos peleas violentas y a menudo le gritaba: «1No me llames hijo de puta! ¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini!».
Fante fue para mí como un dios, pero yo sabía que a los dioses hay que dejarles en paz, que no hay que llamar a su puerta.
Sin embargo, me ponía a hacer conjeturas sobre el punto exacto de Angel’s Flight en que al parecer había vivido y hasta pensaba que a lo mejor seguía viviendo allí. Casi todos los días pasaba por el lugar y me preguntaba: ¿será ésa la ventana por la que se deslizaba Camila? ¿Es ésa la puerta de la pensión? ¿Es ése el vestíbulo? No lo he sabido nunca.
Treinta y nueve años más tarde he vuelto a leer Pregúntale al polvo. Quiero decir que lo he vuelto a leer este año y que todavía se sostiene, al igual que las demás obras de Fante, pero que éste es el libro que prefiero porque constituyó mi primer encuentro con la magia. Escribió otros libros, además de Dago red y Espera a la primavera, Bandini. Por ejemplo, Plenitud de vida y The brotherhood of the grape. En la actualidad está escribiendo otra novela, A dream of Bunker Hill.
Al final, gracias a otras vicisitudes, he conocido al novelista este mismo año. Queda mucho por decir de la vida de John Fante. Una vida con una suerte extraordinaria, con un destino horrible y llena de una valentía tan natural como insólita. Es posible que se cuente algún día, aunque creo que a él no le gustaría que yo la contase aquí. Permítaseme decir, sin embargo, que en su forma de escribir y en su forma de vivir se dan las mismas constantes: fuerza, bondad y comprensión.
Es todo. A partir de este momento, el libro pertenece al lector.
CHARLES BUKOWSKI
5-6-79
FRAGMENTO DE PREGUNTALE AL POLVO (BARCELONA, 1989, PAIDOS)
C I E R T A noche me encontraba sentado en la cama de la habitación de la pensión de Bunker Hill en que me hospedaba, en el centro mismo de Los Angeles. Era una noche de importancia vital para mí, ya que tenía que tomar una decisión relativa a la pensión. O pagaba o me iba: es lo que decía la nota, la nota que la dueña me había deslizado por debajo de la puerta. Un problema relevante, merecedor de una atención enorme. Lo resolví apagando la luz y echándome a dormir.
Cuando desperté por la mañana, me dije que tenía que hacer más ejercicio y comencé en el acto. Practiqué varias flexiones.
Luego me cepillé los dientes, noté el sabor de la sangre, vi una mota sonrosada en el cepillo, me acordé de los anuncios y resolví bajar a la calle y tomar un café.
Fui al restaurante donde siempre me restauraba, tomé asiento en un taburete que había ante el largo mostrador y pedí un café.
Se parecía mucho al café, pero no valía el precio que se pagaba por él. Me fumé allí mismo un par de cigarrillos, leí los resultados de la Liga Americana de béisbol, pasé concienzudamente por alto los resultados de la Liga Nacional y comprobé con satisfacción que Joe DiMaggio seguía siendo un orgullo para Italia, ya que seguía encabezando la lista de mejores bateadores.
Una máquina de hacer tantos el DiMaggio. Salí del restaurante, me situé ante un pitcher imaginario y largué un pelotazo que se llevó por delante la barrera. Anduve luego por la calle, hacia Angel’s Flight, preguntándome qué hacer aquel día. Pero no había nada que hacer y por tanto resolví pasear por la ciudad.
Mientras recorría Olive Street, pasé ante una casa de vecindad sucia y amarillenta, todavía húmeda como un secante a causa de la niebla de la noche anterior, y pensé en mis amigos Ethie y Carl, ambos de Detroit, que vivían allí, y recordé la noche en que Carl había pegado a Ethie porque ésta iba a tener un niño y él no quería ningún niño. Pero lo tuvieron y no hubo más que hablar. Y recordé el interior de la casa, que olía a polvo y a ratones, y a las ancianas que se sentaban en el zaguán cuando el calor apretaba por la tarde, y a la anciana de piernas bonitas. También estaba el ascensorista, un individuo de Milwaukee que estaba hecho polvo y que ponía cara de burla cada vez que se le indicaba un piso, como si uno fuera un imbécil por querer ir a ese piso concreto, el ascensorista, que siempre tenía dentro del ascensor una bandeja con bocadillos y una revista de historietas baratas.
Seguí bajando la colina por Olive Street y pasé ante las horribles casas de madera que apestaban a crímenes y, sin abandonar Olive, ante el Philarmonic Auditorium, recordé que había estado allí con Helen para oír a los coros de los Cosacos del Don, que me había aburrido y que nos habíamos peleado por culpa de aquello, y me acordaba de lo que Helen llevaba puesto aquel día, un vestido blanco, y de que los riñones se me ponían en órbita cada vez que lo rozaba. Ay, Helen, Helen... aunque allí no, claro.
Así llegué al cruce de Olive con Fifth Street, donde los tranvías enormes destrozaban los oídos a causa del ruido que producían, donde el olor a gasolina hacía que las palmeras parecieran tristes y donde el asfalto negro seguía húmedo a causa de la niebla de la noche anterior. (...)
FRAGMENTO DE ESPERA A LA PRIMAVERA, BANDINI (BARCELONA, 1988, PAIDOS)
A V A N Z A B A dando puntapiés a la espesa capa de nieve. Hombre asqueado a la vista. Se llamaba Svevo Bandini y vivía en aquella misma calle, tres manzanas más abajo. Tenía frío y agujeros en los zapatos. Por la mañana había tapado los agujeros por dentro con el cartón de una caja de macarrones.
Los macarrones no los había pagado. Se había acordado mientras metía en los zapatos los trozos de cartón. Detestaba la nieve. Era albañil y la nieve congelaba la argamasa que ponía entre los ladrillos. Se dirigía a su casa, pero no sabía por qué. Cuando era pequeño y vivía en Italia, en los Abruzos, tampoco le gustaba la nieve. No había sol, no había trabajo. Ahora vivía en los Estados Unidos, en Colorado, en un lugar llamado Rocklin. Acababa de salir de los Billares Imperial. En Italia también había montañas, por supuesto, iguales que los montes blancos que se alzaban a unos kilómetros hacia occidente. Los montes eran gigantescas túnicas blancas que caían a plomo hacia la tierra. Veinte años antes, cuando tenía veinte años de edad, había pasado hambre durante toda una semana entre los pliegues de aquella túnica despiadada y blanca. Había estado construyendo una chimenea en un refugio de montaña. Era peligroso subir allí en invierno. Había dicho a la porra el peligro, porque sólo tenía veinte años entonces, y una novia en Rocklin, y necesitaba dinero. Pero el techo del refugio había cedido bajo la nieve aplastante.
No había momento en que aquella nieve hermosa no le torturase. No comprendía aún por qué no había emigrado a California. Pero permanecía en Colorado, entre las nieves profundas, porque ya era demasiado tarde. La nieve blanca y hermosa era como la mujer blanca y hermosa de Svevo Bandini, muy blanca, muy fértil, que yacía en la cama blanca de una casa situada calle arriba. Walnut Street número 456, Rocklin, Colorado.
El aire frío le humedeció los ojos. Eran castaños, eran dulces, eran ojos de mujer. Le había quitado los ojos a su madre al nacer, ya que después del nacimiento de Svevo Bandini, la madre no había sido ya la misma, achacosa siempre, siempre con expresión de enferma después del parto, hasta que murió, y a Svevo le tocó tener ojos castaños y dulces.
Setenta kilos pesaba Svevo Bandini y tenía un hijo llamado Arturo que disfrutaba acariciándole los hombros musculosos y palpándole las culebras que le corrían por dentro. Era hombre apuesto Svevo Bandini, todo músculo, y su mujer, que se llamaba María, en cuanto pensaba en los músculos de los riñones del marido, el cuerpo y el espíritu se le derretían cual nieve de primavera. Era muy blanca esta María y mirarla era verla a través de una finísima capa de aceite de diva.
Dio cane. Dio cane. Quiere decir que Dios es un perro y Svevo se lo decía a la nieve. ¿Por qué habría perdido diez dólares aquella noche en una partida de póquer en los Billares Imperial? Era muy pobre y tenía tres hijos, y no había pagado los macarrones, ni la casa en que estaban los tres hijos y los macarrones. Dios es un perro.
Svevo Bandini tenía una esposa que no decía nunca:dame dinero para dar de comer a los niños, pero tenía una esposa de ojos grandes y negros que el amor encendía hasta el empalago, unos ojos muy suyos que le escrutaban furtivamente la boca, las orejas, el estómago y los bolsillos. La astucia de aquellos ojos era triste, pues siempre sabían cuándo le había ido bien en los Billares Imperial. ¡ Vaya ojos para una esposa! Veían todo lo que él era y esperaba ser, pero su alma jamás.
Lo cual era extraño, porque María Bandini era una mujer para quien todos eran almas, tanto los vivos como los muertos. María sabía lo que era un alma. Un alma era algo inmortal que ella conocía. Un alma era algo inmortal sobre lo que no discutía. Un alma era algo inmortal. Bueno, fuera lo que fuese, el alma era inmortal. (...)
Post data:
- El escritor Italiano Alessandro Barrico, ha escrito una bella recensión sobre la novela "Preguntale al polvo" titulada "Jhon Fante, la vida narrada con talento". que estimo de imprescindible lectura.
- Guillermo piró, reseñista de el Diario Clarín, por el contraria hace una lectura bastante crítica de las novelas de Fante, en un artículo títulado "El precursor y sus epígonos" un lector distinto para las mismas novelas que aquí mencionamos.
Posted by No future
Estábamos extrañando tus post No future, nos vemos.
Gracias por el dato. Te lo agradezco.
gracias por extrañarme, el cambio de trabajo me ha tenido de cabeza y viajando de un lado al otro las ultimas semanas. hoy estuve a 30 kilometros de chile y pensé en todos ustedes....