Reportaje realizado por alumnos de Periodismo de la Universidad de Concepción. Por Daniel Medina, Gabriel Lara, Felipe Vergara y Verónica Reyes.
"El ruido a ratos me afecta, pero estoy más que acostumbrado, ya que tiempo atrás trabajé en el Mall Plaza del Trébol. Al lado de la tienda donde yo atendía, constantemente remodelaban los locales". Y esta es una realidad cierta, ya que estos lugares (centros comerciales, lugares residenciales y tranquilos, sectores céntricos) son los que están más propensos a sufrir del "mal de alturas" y de recibir como invitado de piedra un edificio de departamentos de más de 30 pisos en su patio.
Especificamente, los sectores comprendidos entre las calles Cochrane, Chacabuco y Víctor Lamas, son los que poseen la mayor concentración de inversión de las empresas inmobiliarias. Éstas compran terrenos para construir, llegando a ofrecer a los vecinos hasta el doble del valor que posee realmente su vivienda.
Lamentablemente, él no es el único afectado. Genoveva Ramírez, empleada en el restorán "Cocina & Sabor" en Chacabuco, entre Ongolmo y Edmundo Larenas, presenta más o menos las mismas quejas, alegando que "El excesivo ruido de la construcción de al lado nos afecta considerablemente. La gente que nos visita buscan un lugar para comer y conversar con tranquilidad, y con todo este ruido se hace imposible tener ese ambiente" destaca Genoveva. El edificio de la constructora "Ariel Larenas y cía. limitada" se está emplazando a un costado del local, por lo cual la recepción de estos ruidos es casi directa. "Es como si nos martillaran en la cabeza" agrega Genoveva, pues "cada vez que ellos comienzan a taladrar, golpean con martillo o simplemente aserruchan, se siente igual que si ellos estuvieran haciendo todo aquí adentro" sentencia.
Frente a las numerosas denuncias de los vecinos, sólo la Municipalidad de Concepción y el Servicio de Salud son las entidades facultadas para sancionar a las empresas constructoras que emitan ruidos con multas que pueden llegar hasta las 7 UTM. Sin embargo, los vecinos se sienten vulnerados: “no se puede hacer mucho, ya que ellos cuentan con los permisos legales, mientras nosotros no tenemos protección”, comenta Karla Letelier, quien habita al lado de una de las construcciones cercanas a la Universidad de Concepción. Pese a las quejas de los vecinos, la Municipalidad no ha intervenido, argumentando que las empresas constructoras se ajustan al marco legal.
Debido a la actividad humana, en especial cuando se maneja maquinaria pesada, los ruidos molestos tienen diversos efectos en la población. Entre ellos se cuentan: problemas auditivos, estrés, insomnio, jaqueca, sordera, irritabilidad, dificultad para comunicarse oralmente y disminución de la concentración y la productividad.
Juan Araneda, capataz de una de las construcciones de Chacabuco, asegura que los reclamos percibidos por parte de los vecinos son nimios, debido al horario en el que se manejan los trabajos. Comenta, además, que las molestias que provocan son en contadas ocasiones, cuando hay trabajo atrasado.
Pero el ruido no es el único problema. En la construcción, como es sabido, la emanación de polvo y escombros es considerable, generando aún mayores problemas a los vecinos, ya resignados a barrer y limpiar todo. Gonzalo tiene grandes problemas con esto, ya que "el polvo muchas veces tiende a dañar los computadores y los equipos, por lo cual la limpieza dentro del local es constante, aún mayor que en otros sectores, ya que detrás de mi local estan construyendo un edificio, y sumado al de el lado, todo esto se multiplica por dos", resume. Y es verdad, ya que tan sólo al pasar por la calle cerca de las construcciones se aprecia la cantidad enorme de escombros acumulada, misma que dificulta el tránsito expedito de peatones.
Genoveva también tiene problemas en el local ya “que se hace casi imposible mantener el local en condiciones favorables para manipular alimentos o para la atención de público. Estamos a cada rato barriendo y limpiando, pero hay que secar los platos altiros, porque ese polvo más el agua forma un engrudo sobre los cubiertos y los platos. Además, el ambiente es casi irrespirable, por lo cual hemos sufrido por la baja clientela. Y lo pero es que nadie responde por esto”.
Aparte de los problemas antes mencionados, hay un tercer dilema y no menos irrelevante: el tamaño de las construcciones. Los pequeños locales colindantes se ven amenazados a la extinción. Ellos, con sólo dos pisos, deben lidiar con gigantes de cuarenta. Así, estos recintos se sienten intimidados, ya sea por la sombra o bien por el protagonismo, a nivel visual, que les roban estos colosos. Y no solo les afecta a los locales, sino también a los vecinos de esas cuadras, los cuales solo tienen dos opciones: permanecer y vivir a la sombra de la modernidad, o mudarse hacia otros sectores de la ciudad, esperando que los colosos de cemento no los alcancen en sus nuevos hogares.
"Después de tantos meses no queda otra que acostumbrarse" exclama resignado Gonzalo Quezada, uno de los tantos trabajadores de cibercafés que existen en la capital penquista. Es que si algunos tienen la mala suerte de tener una construcción como vecino, él tiene la desgracia de poseer dos en condición de tales. Una de las grandes problemáticas de tener aquellos vecinos es, en primer lugar, la contaminación acústica. Se entiende como ésta el exceso de sonido, provocado por la actividad humana, la cual altera las condiciones normales del medio ambiente, afectando directamente a la calidad de vida de las personas. Y éste es el caso, pues Gonzalo trabaja desde las 9 y media de la mañana hasta pasadas las 19 horas.
"El ruido a ratos me afecta, pero estoy más que acostumbrado, ya que tiempo atrás trabajé en el Mall Plaza del Trébol. Al lado de la tienda donde yo atendía, constantemente remodelaban los locales". Y esta es una realidad cierta, ya que estos lugares (centros comerciales, lugares residenciales y tranquilos, sectores céntricos) son los que están más propensos a sufrir del "mal de alturas" y de recibir como invitado de piedra un edificio de departamentos de más de 30 pisos en su patio.
Especificamente, los sectores comprendidos entre las calles Cochrane, Chacabuco y Víctor Lamas, son los que poseen la mayor concentración de inversión de las empresas inmobiliarias. Éstas compran terrenos para construir, llegando a ofrecer a los vecinos hasta el doble del valor que posee realmente su vivienda.
Lamentablemente, él no es el único afectado. Genoveva Ramírez, empleada en el restorán "Cocina & Sabor" en Chacabuco, entre Ongolmo y Edmundo Larenas, presenta más o menos las mismas quejas, alegando que "El excesivo ruido de la construcción de al lado nos afecta considerablemente. La gente que nos visita buscan un lugar para comer y conversar con tranquilidad, y con todo este ruido se hace imposible tener ese ambiente" destaca Genoveva. El edificio de la constructora "Ariel Larenas y cía. limitada" se está emplazando a un costado del local, por lo cual la recepción de estos ruidos es casi directa. "Es como si nos martillaran en la cabeza" agrega Genoveva, pues "cada vez que ellos comienzan a taladrar, golpean con martillo o simplemente aserruchan, se siente igual que si ellos estuvieran haciendo todo aquí adentro" sentencia.
Frente a las numerosas denuncias de los vecinos, sólo la Municipalidad de Concepción y el Servicio de Salud son las entidades facultadas para sancionar a las empresas constructoras que emitan ruidos con multas que pueden llegar hasta las 7 UTM. Sin embargo, los vecinos se sienten vulnerados: “no se puede hacer mucho, ya que ellos cuentan con los permisos legales, mientras nosotros no tenemos protección”, comenta Karla Letelier, quien habita al lado de una de las construcciones cercanas a la Universidad de Concepción. Pese a las quejas de los vecinos, la Municipalidad no ha intervenido, argumentando que las empresas constructoras se ajustan al marco legal.
Debido a la actividad humana, en especial cuando se maneja maquinaria pesada, los ruidos molestos tienen diversos efectos en la población. Entre ellos se cuentan: problemas auditivos, estrés, insomnio, jaqueca, sordera, irritabilidad, dificultad para comunicarse oralmente y disminución de la concentración y la productividad.
Juan Araneda, capataz de una de las construcciones de Chacabuco, asegura que los reclamos percibidos por parte de los vecinos son nimios, debido al horario en el que se manejan los trabajos. Comenta, además, que las molestias que provocan son en contadas ocasiones, cuando hay trabajo atrasado.
Pero el ruido no es el único problema. En la construcción, como es sabido, la emanación de polvo y escombros es considerable, generando aún mayores problemas a los vecinos, ya resignados a barrer y limpiar todo. Gonzalo tiene grandes problemas con esto, ya que "el polvo muchas veces tiende a dañar los computadores y los equipos, por lo cual la limpieza dentro del local es constante, aún mayor que en otros sectores, ya que detrás de mi local estan construyendo un edificio, y sumado al de el lado, todo esto se multiplica por dos", resume. Y es verdad, ya que tan sólo al pasar por la calle cerca de las construcciones se aprecia la cantidad enorme de escombros acumulada, misma que dificulta el tránsito expedito de peatones.
Genoveva también tiene problemas en el local ya “que se hace casi imposible mantener el local en condiciones favorables para manipular alimentos o para la atención de público. Estamos a cada rato barriendo y limpiando, pero hay que secar los platos altiros, porque ese polvo más el agua forma un engrudo sobre los cubiertos y los platos. Además, el ambiente es casi irrespirable, por lo cual hemos sufrido por la baja clientela. Y lo pero es que nadie responde por esto”.
Aparte de los problemas antes mencionados, hay un tercer dilema y no menos irrelevante: el tamaño de las construcciones. Los pequeños locales colindantes se ven amenazados a la extinción. Ellos, con sólo dos pisos, deben lidiar con gigantes de cuarenta. Así, estos recintos se sienten intimidados, ya sea por la sombra o bien por el protagonismo, a nivel visual, que les roban estos colosos. Y no solo les afecta a los locales, sino también a los vecinos de esas cuadras, los cuales solo tienen dos opciones: permanecer y vivir a la sombra de la modernidad, o mudarse hacia otros sectores de la ciudad, esperando que los colosos de cemento no los alcancen en sus nuevos hogares.
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