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Elegía a la herejía: 30 años sin Gonzalo Arango

Me había dicho a mi mismo hace unos meses que prepararía este homenaje post-umo. Pero el día me llegó puntual y yo sin tiempo para escribir algo decente. Escribo estas líneas sin tregua sobre uno de los pensadores más interesantes de un tiempo que se fue.
Gonzalo Arango, el hijo de Andes (Antioquia) y que se llevaría por el camino ruin de la poesía descarnada, pero inocente a la vez, a otros peludos de su época magnífica como X-504, Jotamario, AmílkarU, Elmo Valencia, ('El monje loco'), Darío Lemos, Eduardo Escobar,... Se los llevó por las letras y no los devolvió enteros, sino fragmentados en lluvias cósmicas, cómicas y ácidas (y, por lo que se cuenta, también con naufragios entre los ácidos).

En 1953 nació otra vez. Pero para el periodismo, y ya en el 55, habitaba en él el 'mal hábito' de ser habitual colaborador de El Colombiano. Su carisma magnético atraía a la rebelde generación de los sesenta. Era el novio que ninguna muchacha podría mostrar en su casa, más cuando sus amigos supuestamente habían escupido las ostias en 1961 en una iglesia de Medellín. Eduardo Escobar escribió hace poco en su columna de El Tiempo que siempre ha cargado con ese lastre, pero que ellos lo único que hicieron fue pedir la ostia para llevarla con su propia mano a la boca (o eso recuerdo de la columna. Y a veces los recuerdos son lo que uno habría querido vivir, parafraseando a García Márquez). En fin, en los años 50 escandalizar y provocar era definitivamente más fácil, pero no por ello dejaba de ser audaz. Estos poetas malditos lo conseguían simplemente al prender una fogata que sirvió para incinerar de una sola carretillada toda la -para ellos- inútil literatura colombiana; ahí cayeron María, La vorágine.... O al caminar 'en gallada' por el centro de una Medellín, Cali o Bogotá con camisas rojas. Era la época en que mientras su generación se peinaba con gomina y veía el mundo en blanco y negro, ellos llevaban instalados en sus cerebros los caleidoscopios de la cultura popular que rompían como un cuchillo la mantequillosa sociedad pacata.

Gonzalorarango -como firmaba- escandalizó tanto, que hasta lo logró con sus propios colegas del Nadaismo, como cuando escribió un texto en el que elogiaba a Lleras Restrepo o cuando adhirió a la infértil campaña de Belisario Betancur en 1970. Sus títulos fantásticos todavía me ametrallan: Los ratones van al infierno, Prosas para leer en la silla eléctrica, Tu ombligo capital del mundo, Me ahorcaron y me morí un rato, El sermón atómico... ¿No es esto más taquillero que Sin tetas no hay paraíso o Memoria de mis putas tristes?... Si, lo sé: No lo es, pero igual me parecen increíbles títulos.

Además de escribir para El Colombiano y El Tiempo, Arango mandó a diestra y siniestra (sobre todo a siniestra) artículos, crónicas, poesías y críticas a medios como las revistas Nueva Prensa, Cromos (Colombia); El Corno Emplumado (México) y Zona Franca (Venezuela). Fundó con otros colegas del movimiento la revista Nadaísmo 70. Pero para encontrar biógrafos de Arango, hay mejores que yo como Eduardo Escobar, Jotamario, Cobo Borda y Gonzalo Restrepo, entre otros.

Lo relevante para mí en este ritual de barato exorcismo pagano sin ouija ni Olivetti, sino desde un frívolo computador portátil es encontrarme con ese recuerdo de la primera publicación que edité en mi vida, durante la época del colegio: Mis amigos no entendían el nombre del panfleto y siempre tenía que explicarlo: Otraparte, el nombre de la finca de uno de los intelectuales más sobresalientes y menos difundidos de Colombia: Fernando González, escritor y filósofo que recibía a sus visitantes con una bata untada de boñiga de vaca, quizás para decirle al mundo que solo allí verían boñiga porque sus obras estarían siempre inmaculadas. González -cuyo nombre fue propuesto por JP Sartre y Thornton Wilder como candidato al Premio Nobel de Literatura en 1955- fue uno de los maestros de Arango. En homenaje a él le puse así a ese periodicucho barato y en homenaje a Gonzalo, publiqué uno de los poemas más cándidos y llenos de humor de Arango: uno que contaba como el pedo de Neil Armstrong rompía la tranquilidad y escrupulosa pompa de la conquista selenita. Su publicación la metí deliberadamente en el último minuto para que se salvara de la tijera del profesor que tenía la responsabilidad de cuidar la virginidad mental de mis condiscípulos. Ese Gonzalo es el mismo que se fue un 25 de septiembre del 76 por un orificio del infierno que se le abrió en una carretera del altiplano. Ese es el gonzaloarango que recuerdo después del hombre.
Puedes leer más en ¿Comunicación? - Blog de Víctor Solano.

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