“…las mujeres exigen a veces cierto precio que ningún hombre
está dispuesto a pagar; por otra parte, siempre hay otro imbécil
que recogerá lo que tu has tirado, por lo cual no tienes por qué
tener ninguna sensación de culpa o de la deserción…”
Charles Bukowski, Escritos de un viejo indecenteLa primera vez, el libro ya no era expuesto entre las novedades de la librería, sino que lo halle y por casualidad, anónimo, entre otros cientos de libros, en un estante bajo, allí a donde la mayoría de clientes no accede, simplemente porque a nadie se le ocurre normalmente revisar bajo las mesas de exhibición.
De Hernán Migoya sólo conocía el extraño cargamontón que por esos días aún tenía ecos en la prensa y en donde se hacía un recuento de todos sus pecados; aunque ninguno de esos fuere literario, con tanto entusiasmo como subnormalidad; y que ponía en claro que en España, eso de la tolerancia y país del primer mundo, en ocasiones habría que ponerlo entre comillas; incidente que dicho sea de paso ya envidiaría cualquier promotor de ventas y del que Mario Vargas Llosa hizo un preciso resumen.
Han pasado más de dos años, y quizás por eso me causo sorpresa, cuando hace dos semanas, en un kiosco de periódicos en los alrededores del Palacio de Justicia, me volví a tropezar con “TODAS PUTAS” (Barcelona, El cobre, Tercera edición, 2003) en una de esas ediciones que en el Perú son una especie de termómetro del éxito literario, y que a falta de algún otro eufemismo, propios y extraños acostumbran llamar: PIRATA.
En realidad ya me había olvidado del libro, de los cuentos que había ojeado pero nunca leído y que había pasado los dos últimos años cuando menos, apilado entre otros libros que me había prometido leer, pero no había cuando lo hiciera. Así que me hice las preguntas que parecieron marcar el libro desde el principio ¿es una apología a la violencia, especialmente contra la mujer? ¿el libro alienta las violaciones? ¿es un libro cargado de racismo y malas intenciones? A todas ellas se le podía asignar la misma respuesta: No
Migoya no ha hecho nada distinto de alguien influenciado por ciertas vertientes del realismo y que construyen su discurso en relación a ciertos elementos dispuestos de manera tal que encuentren ciertas reacciones en su lector ideal. Claro, nada impide que alguien lea en por ejemplo “el violador” "...ahora que todos los negros son buenos y todos los maricones unos seres muy simpáticos, a ver si la sociedad ésta se reúne y decide de una vez que no todos los violadores son mala gente..." o ”siempre será mejor violar a una mujer y dejarla viva, que no violarla y matarla…” y se incomode, o no comparta la categórica afirmación “Eso sí, las mujeres son todas unas putas…” y quiera arremeter contra el escritor para lograr que se desdiga de su afrenta.
Este cuento en especial (El violador) una suerte de monólogo interior, en donde el narrador luce atribulado por no entender a las mujeres, el real sentido de sus expresiones, y ante tanta ambivalencia concluya que violarlas es el ejercicio más práctico y honesto de su parte. Pero nada de lo que dice el narrador debería escandalizarnos, si nos lo pensamos bien, hace ya varios siglos, que en la literatura, hay quienes optan por historias en las que trasgredir reglas comunes es incluso algo más que una elección ética, sino que se convierte en una forma de afirmar la libertad del que narra, por darle voz a los excluidos, a los distintos, a quienes no tienen miedo de hacer los que a algunos empalidecerían de sólo pensarlo.
Ningún lector de por ejemplo SADE, BUKOWSKI o FANTE podría sentirse mínimamente sorprendido o por lo menos agredido, es más ningún lector medianamente inteligente podría hacerlo, sino pierde de vista, que todo lo que se cuenta allí es ficción, es decir una gran y perfecta mentira, que a algunos le parecerá entretenida y a otros absurda, pero que en ningún caso justifica el tratamiento que se le dio en su momento a un libro de cuentos, que contenía eso, pequeños retazos de ficción que con poco o mucho arte, alguien había querido compartir.
Una gran influencia de la cultura pop, sobre todo cinematográfica, una prosa limitada a esos espacios, una dosis de ingenio y muchísimo sentido del humor, eso podría caracterizar a Migoya. En "el violador" y "porno del bueno" encontramos la más clara y directa influencia de Bukowski (demasiada quizás), quien en su particular estilo también enfrentó el tema de las violaciones y en especial las violaciones a menores de edad, el vínculo paterno, es quizás el aporte de Migoya al tema, dudoso dirían algunos, pero finalmente su elección, el tuvo la audacia, y ese es quizás su mayor mérito.
Lo mejor de los cuentos de Migoya es la velocidad, las cosas no dejan nunca de pasar, y en algunos como "Spice up your life" se agradece que así sea; pero en otros como en "la bruja", la falta de detalles, lo poco acabado del nucleo dramático, genera una dispersión que no beneficia en nada a la sorpresa final que se pretende dar al lector. Quizás los mejores momentos del libro esten en la evocación, triste, desde el fracaso, como por ejemplo en "A por el mirón". Migoya, esto hay que decirlo, no es Cervantes, pero queda claro que tampoco eso parece importarle mucho, sus cuentos son una manera de dejar perennizada su insastisfacción, y entre tantos escritores que ni siquiera escriben, a veces hay que destacar a quienes sin importar lo que pasaría, desembarcan en una playa minada, y entre el fuego cruzado, corren en busca de su libertad, aunque fracasen en el intento.
Posted by No future
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